Hace pocos años, tres nomás, la mayoría de los grandes medios era muy cautelosa en criticar al Gobierno o en publicar temas agrios al oficialismo. A tal punto era la “oficialitis” reinante, que no era necesario que existiera 678, ese programa facho-progresista que embiste contra todos los medios y que pagamos todos los argentinos.
Antes, aunque parezca mentira, eran contados los medios que señalaban la corrupción, los aprietes y trampas del gobierno k. Cinco años atrás, la declaración jurada de los Kirchner también era escandalosa, pero se miraba para otro lado.
¿Cómo funcionaba? Como funcionó esta semana con la revelación de NOTICIAS sobre la doble moral del jefe de Gabinete, que le negó el derecho humano a la identidad a su hija extramatrimonial. Una actitud repugnante en cualquier ser humano y una falta grave para el jefe de ministros del Gobierno que usa de escudo a la lucha por los Derechos Humanos. Esta semana, como hace tres años atrás, volvió a vivirse una especie de omertá entre los medios y el Gobierno. Ni los grandes diarios, los canales abiertos o las radios líderes tocaron el tema. Así era cuando se hablaba hace unos años de Lázaro Báez, Cristóbal López, la corrupción en la obra pública o los bienes de Kirchner. La “corporación mediática” se protegía de los Kirchner. Ahora, tratan de mantener las buenas migas con Aníbal Fernández, única fuente para los analistas de los panoramas dominicales y vocero autorizado de la pareja presidencial. Deberíamos agradecer la lección del caso Aníbal F. porque prueba la hipocresía de los críticos tardíos y por conveniencia.