Ya habíamos hablado aquí del oficialismo bobo, con José Pablo Feinmann a la cabeza, y también del oficialismo gagá, cuando hace siete meses decíamos que Orlando Barone era uno de sus más fieles representantes.
Hasta ahora, Barone se había convertido en un estandarte del oficialismo, y la carrera del escritor tuvo un empuje fundamental el año pasado cuando se fue de radio Continental a Del Plata, en el momento en que esta emisora pasó a ser propiedad de la empresa Electroingeniería, proveedora de Obra Pública cercana al ministro Julio De Vido. Luego, Barone se convirtió en el líder de la mesa de alcahuetes del programa 678, cuyo título en principio se refería a que eran 6 panelistas, en canal 7, a las 8 de la noche. El programa se hizo tan kirchnerista que perdió la esencia del título, pasó a ocupar el horario central del canal del Estado (va de 21 a 22).
A 678, programa que bien podría ser de culto porque nunca se ha visto algo tan genuflexo, no suelen invitar personalidades que tengan un espíritu crítico. Para entender el grado de chupamedismo de 678, cuando llevan al piso a Artemio López -el encuestador preferido de Kirchner-, parece que fuera un moderado.
Anoche, la producción de 678 cometió el desatino de invitar a Victoria Donda, quien llegó a diputada por el Frente de la Victoria y es una activa militante por los derechos humanos. Barone, en su oficialismo desbocado, quiso echarle en cara a Donda que su agrupación (¿Proyecto Sur? ¿Lanús 0este? ¿Sur..?) hubiese enfrentado a la Presidente. La chica, que ha sido hiperoficialista pero ya se comienza a alejar, le dio al veterano periodista para que tenga y guarde. Obsérvese al resto de los panelistas, al esfuerzo de la conductora por salir del pantano, y al aire que se respiraba en el canal oficial.